Si hay un elemento que marca la diferencia entre un droide decorativo y uno completamente funcional, ese es su sistema de control. Por muy bien construido que esté el exterior, sin un “cerebro” capaz de procesar órdenes y transmitirlas a los motores y sensores, el droide no será más que una estatua con forma galáctica. Por eso, los constructores dedican gran parte del tiempo a elegir la electrónica y las emisoras que darán vida a su creación.
Entre las opciones más populares destacan los microcontroladores como Arduino y las placas más potentes como Raspberry Pi, que permiten programar comportamientos más complejos e incluso dotar al droide de cierta autonomía. En cuanto al control remoto, muchas réplicas utilizan emisoras RC tradicionales, muy comunes en el mundo del radiocontrol, mientras que otros proyectos optan por conexiones Wi-Fi o Bluetooth para un control más avanzado desde dispositivos móviles o interfaces personalizadas.
La elección depende en gran medida del tipo de droide y de su complejidad. Un astromecánico como R2-D2 puede requerir múltiples canales para coordinar el giro del cuerpo, la rotación de la cabeza, los brazos retráctiles y los efectos de sonido. Por otro lado, un droide de protocolo o un modelo más simple puede funcionar perfectamente con un sistema básico de 4 o 6 canales. Entender cómo se comunican todas estas piezas es fundamental para transformar una maqueta en un droide que responda con precisión a cada orden.
